Hay una escena que todavía me duele un poco. Maléfica, con los ojos ardiendo de traición, extiende sus alas amputadas. No grita. No destruye. Solo tiembla. Y aunque sabemos lo que hará después —la maldición, la espina, la furia—, hay un momento en que no vemos a la villana… sino a una mujer rota. Y entonces, sin darnos cuenta, ya no es solo una película.
Ese instante, en casa, fue el comienzo de una conversación con mi hija de seis años que no esperaba tener. Me preguntó: “¿Por qué está tan enojada si era buena antes?” Y esa pregunta, sencilla y brutal como solo los niños pueden serlo, me abrió un portal: el de hablar sobre emociones difíciles, sobre el dolor que a veces se esconde debajo de la rabia, sobre los villanos… y nosotros.
En el mundo de la maternidad, la fantasía no es solo entretenimiento. Es espejo. Es refugio. Es lenguaje emocional. Y hoy quiero contarte por qué los villanos —esos personajes que suelen recibir solo miedo o rechazo— pueden ser aliados poderosos para hablar con nuestros hijos sobre lo que no siempre sabemos cómo nombrar.
Los Villanos No Nacen Siendo Malos
La narrativa clásica suele dibujar al villano como lo opuesto al héroe: cruel, egoísta, destructor. Pero las versiones modernas han comenzado a matizar esas figuras. Maléfica, Elsa (cuando se la temía), incluso Bruno en Encanto, nos muestran otra cosa: la maldad no siempre es un origen. A veces es una reacción.
Esto es clave cuando hablamos con niñas y niños pequeños. ¿Cuántas veces han hecho un berrinche por sentirse heridos, solos, ignorados? ¿Cuántas veces hemos confundido su tristeza con desafío? Ellos también tienen momentos Maléfica: donde lo que sienten no cabe en su cuerpecito, donde lo que expresan no se parece a lo que necesitan.
Utilizar estas figuras para decirles “Mirá, ella también se sintió traicionada y reaccionó con enojo” puede ayudarlos a ver que sus emociones no son malas. Que todos tenemos partes oscuras. Y que reconocerlas es el primer paso para comprenderlas.
El Miedo, la Ira, los Celos: Nombres que Necesitan Rostros
A veces no basta con decirle a un niño “eso que sentís es ira”. Pero si le mostras a Scar sintiéndose desplazado, o a Úrsula frustrada por haber sido excluida, el concepto se vuelve tangible. La ficción da cuerpo a las emociones invisibles.
Un ejercicio que funciona maravillosamente es el de “la brújula emocional del villano”. Después de ver una película, preguntale:
- ¿Qué sentía este personaje al principio?
- ¿Por qué creés que actuó así?
- ¿Qué necesitaba y no tuvo?
- ¿Alguna vez te sentiste un poco así?
No siempre responden de inmediato. Pero algo queda. Una semilla se planta. Y muchas veces, en otro momento, sueltan cosas como “Estoy como Maléfica cuando la traicionaron” o “Hoy me sentí como Bruno cuando nadie lo quería escuchar”. Esa comparación les da un marco. Los ayuda a entenderse sin sentirse defectuosos.
Los Villanos Como Reflejo de Nosotros
A los adultos también nos cuesta nombrar lo que sentimos. A veces nos enojamos con nuestros hijos no porque hicieron algo terrible, sino porque nos tocaron una herida vieja. Porque estamos cansados, desbordados, invisibles. Como mamá, me he sentido más veces como una hechicera encerrada en su torre que como una princesa radiante.
Y está bien decirlo.
Cuando compartimos con nuestros hijos que nosotros también tenemos emociones difíciles, les estamos enseñando que no es peligroso sentir. Que no hace falta esconderse. Que incluso mamá o papá tienen días oscuros, pero eso no los vuelve malos.
“Hoy estoy de muy mal humor. Me siento un poco como Hades, con fuego en la cabeza. Pero voy a respirar y tratar de calmarme.”
¿Suena raro? Tal vez. ¿Funciona? Sí. Porque lo que tu hijo o hija ve no es solo que sentís. Ve que lo podés nombrar. Que lo podés sostener. Que lo podés transformar.
Reescribiendo el Final: Perdón, Redención y Cambio
Muchas historias modernas han comenzado a ofrecer finales distintos para los villanos. Maléfica se redime, ama, protege. Encanto le devuelve a Bruno su lugar. Frozen muestra a Elsa como alguien que se salva a sí misma cuando deja de reprimir lo que es.
Estos finales son importantes. No porque todo deba terminar bien, sino porque nos recuerdan que nadie está definido para siempre por sus errores. Que incluso después de dañar, se puede reparar. Que detrás del “no me hables más” de un niño puede haber una herida. Y detrás de nuestra impaciencia, un llamado de ayuda que nadie nos enseñó a decir.
Si usás estas películas para hablar de reparación, de perdón, de segundas oportunidades, no estás solo educando a tus hijos. Te estás educando a vos también. Porque seamos honestos: todos tenemos nuestra versión interna de Maléfica, de la que necesitamos comprender antes de condenar.
¿Y si mi hijo admira demasiado al villano?
Esta pregunta aparece mucho. “Mi hijo quiere ser Darth Vader” o “Mi hija ama a Harley Quinn”. Y la preocupación es válida… pero también puede ser una oportunidad.
Preguntá: “¿Qué te gusta de él/ella?”
A veces no es el mal lo que admiran, sino la fuerza, la libertad, la valentía para ser distinto.
Ayudalos a distinguir entre conducta y emoción: está bien sentirse poderoso, diferente, desafiante. Pero el poder real es aquel que no daña a otros. Esa es una conversación que puede hacerse jugando, dibujando, representando. Sin juicio, sin moralinas. Con amor.
Cómo Crear un Momento de Reflexión Después de la Película
No hace falta que sea una charla formal. A veces es solo un: “Me dolió cuando Maléfica lloró… ¿a vos también?”
Otras veces es un juego de roles: “¿Querés ser la villana esta vez y yo intento ayudarte?”
Podés dejar dibujos, cartas, títeres. Lo que sea que abra el canal.
Lo importante es validar las emociones sin justificar las acciones dañinas. Mostrar que todo lo que sentimos es legítimo. Lo que hacemos con eso… es lo que podemos aprender juntos.
Por Qué Esto Es Maternidad (Aunque Parezca Solo una Película)
Porque criar no es solo enseñar a decir por favor y gracias. Criar es acompañar a una personita a habitar su mundo emocional sin miedo. Es enseñarle que no está solo cuando algo duele. Que puede sentirse roto, enojado, triste… y seguir siendo digno de amor.
Los cuentos, las pelis, los villanos son una excusa. El verdadero trabajo ocurre cuando apagás la tele y ves que tu hija quedó en silencio. Cuando tu hijo pregunta si también vos alguna vez te sentiste como Hulk. Cuando en lugar de corregir, escuchás.
Ahí, en ese instante, la maternidad se convierte en magia real.